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En el primer comentario hay otras dos fotos.
Hoy, la mayorÃa de los portales habaneros están sucios y ruinosos, debido a la desidia, con la mayorÃa de sus columnas rajadas y rotos sus capiteles.
Los portales de las casas que antes servÃan para protegerse del sol y de la lluvia o para sentarse a tomar el fresco y conversar, ahora sirven como sitios de ventas que venden los nuevos vendedores por cuenta propia.
Su utilización como locales comerciales improvisados; espacios rentados por los dueños de las casas a los cuentapropistas para la venta de ropas, zapatos, pinturas, etc., representa un nuevo fenómeno: la capitalización de la superficie habitable como medio de subsistencia.
Los moradores rentan los portales, y a veces también la sala, si la vivienda no tiene un portal o tiene uno muy pequeño; el objetivo es lograr algún ingreso.
Muchos de los vendedores de los portales son trabajadores cesanteados por el Estado, o que dejaron sus mal pagados empleos y encontraron en la venta y reventa de cualquier cosa una forma de ganar algunos pesos para sobrevivir en espera de tiempos mejores. La mayor parte de ellos es relativamente joven y son mayoritariamente mujeres. Todos parecen entender que esto de vender en los portales no es suficientemente rentable como oficio permanente.
Para ganarse unos 20 o 30 pesos diarios, y hasta 50 (dos dólares), los dÃas buenos, los vendedores pasan entre ocho y diez horas sentados en sus portales anunciando su mercancÃa. Mientras, otros aprovechan para venderles a ellos comida. De esta manera va creciendo un tejido comercial incipiente, pero generador de economÃa, aunque a muy pequeña escala.